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Columna de opinión: Saltarse la fila

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Por Daniel Schmidt

Decano Facultad de Arquitectura y Construcción

Universidad Autónoma de Chile

En las últimas semanas hemos visto como en las ciudades de nuestro país, y en especial en Temuco han ido apareciendo tomas de terrenos. Nos llama la atención porque ya hace tiempo que no estábamos acostumbrados a ver construcciones precarias del tipo campamento en nuestra capital regional. ¿Por qué ocurre este fenómeno? ¿es espontáneo o existe un llamado a tomarse terrenos como forma de transparentar el déficit habitacional? ¿Es este déficit tan grande como para justificar la toma de terrenos? ¿O estamos ante la herencia de una exitosa forma del pasado para saltarse la lista para conseguir vivienda?

Según cifras de la CEPAL, en 1992, el déficit habitacional en Chile alcanzaba a aproximadamente 970 mil viviendas, de las cuales el 65% eran viviendas nuevas y el 35% viviendas de reposición por inhabitabilidad. De acuerdo con cifras del MIDESO, en 2006 habíamos logrado bajar a cerca de 400 mil, pero luego vuelve a subir llegando a cerca de 500 mil en 2011. En tanto, cifras de la CChC demuestran que el déficit habitacional en 2017 se ubicó en torno a las 740 mil viviendas, de las cuales cerca de 400 mil son viviendas nuevas y solo un 6% se encuentra en La Araucanía.

Muchos atribuyen el aumento del déficit habitacional al aumento explosivo de familias migrantes. En esta matera Fundación Vivienda indicó, en base al Censo de 2017, que solo cerca de 50mil viviendas del déficit total corresponden a casos de migrantes, y estas se concentran en más de un 80% en la zona norte del país y en la Región Metropolitana, por lo que es un fenómeno que no afecta mayormente a nuestra región.

Si bien el déficit habitacional ha aumentado en los últimos años, al parecer este aumento no es tan significativo como para justificar la explosiva aparición de tomas y tampoco lo es en Temuco el fenómeno migratorio. Además, una parte importante de quienes hoy no tienen vivienda se encuentran organizados en comités habitacionales a la espera de asignación de subsidios y construcción de sus viviendas.

Cabe preguntarse entonces si es justificable que quienes hoy ocupan los terrenos en zonas como Chivilcán y Pichicautín hagan uso de terrenos que no les pertenecen, sino que en su mayoría son espacios de uso público; o en el caso de Las Vegas de Chivilcán, un repositorio de aguas que sirve de amortiguador para evitar inundaciones en el resto de la ciudad. ¿Es justo que quienes hoy ocupan esos terrenos puedan acceder a viviendas antes que quienes han utilizado el proceso regular de postulación y que llevan muchas veces más de 10 años esperando por sus casas?

Las tomas han sido una forma de presión y el punto de inicio de barrios tan emblemáticos como la población Pichicautín en el año 1935 y Lanín en la década del 70, pero que requirieron más de 40 años y un sinfín de recursos para urbanizarse y terminar siendo parte de la trama urbana.

En 2013, y gracias al programa de Campamentos del MINVU, en Temuco se logró erradicar y radicar la totalidad de los campamentos acabando con una historia de ocupaciones de más de 80 años.

Los lugares que hoy están siendo ocupados no permiten conformar nuevos barrios y atentan contra el crecimiento armónico de la ciudad. Es preciso que tomemos las medidas que sean necesarias para que estos sean restituidos y para que quienes llevan tiempo en el proceso formal de postulación a vivienda no sean atropellados por quienes por la fuerza buscan saltarse la fila.